sábado, 10 de noviembre de 2012

ES LA HORA DEL CAMBIO DESDE ABAJO

     Los manifestantes del pasado reciente, los del presente y los del futuro más inmediato (días vista) responden severamente al estrangulamiento al que quieren someter a la ciudadanía/aldeanía tanto el Estado (desde el actual gobierno) como las instituciones financieras que son las que marcan el compás: la figura no es retórica, porque ya hay cómputo de muertos derivados de ese estrangulamiento. 
     De un Estado protector se ha pasado a una cárcel estatal en la que se quieren confinar a trabajadores de hecho y de derecho y cuyo alcaide es la banca: el paro y los deshaucios han devenido en una suerte de cadena perpetua para unos y una sentencia de muerte para otros.
     Parece increíble que aquellos años 60 hayan vuelto, cuando todo parecía indicar que los paces y amores, y las imaginaciones al poder, iban a peinar canas en los libros de historia por los siglos de los siglos. En los 60 entre polvo y polvo, los jóvenes y jóvenas lanzaban piedras ideológicas al tejado de las grandes corporaciones, y entre porro y porro hacían barricadas contra los mastodónticos gobiernos. La gente en los 60 se sintió axfisiada entre muros titánicos y complejos laberintos burocráticos... Toda esa desazón parece haber cobrado vigor y erección adolescentes en este segundo decenio del siglo XXI. A fuer de ser objetivos, hay que recordar también que esos jipis de los 60, con el inexorable paso del tiempo se volvieron gente dócil, respetables padres de familia con corbata, cambiando los escalones de la universidad por confortables sillones de piel y las camisetas pintarrajeadas por las blancas camisas almidonadas del stablishment: la pretensión de escapar del sistema para ofrecer una forma de sociedad alternativa, una nueva forma de pensar, una nueva moral, una anticultura, una visión inédita del mundo, desde programas que han saciado su sed en el cristianismo, sean marxistas, sean ecologistas o sean humanistas, en multitud de ocasiones lo que han llevado es a actualizar las más rancias y peligrosas tradiciones cruzadas, travestidas con indumentarias vanguardistas: un cura disfrazado de melenudo jipi sigue siendo un cura.
      El 25-S, el 15-M y todas sus secuelas por venir (14-N), han cumplido en España el papel de los "muckrakers"(periodistas sociales) de los Estados Unidos: dirigir la atención pública a la problemática situación política y social y no a la propaganda de los medios de comunicación afines a la partitocracia; esos medios son los que como buenos discípulos de Goebbels, bombardean a la opinión pública con una machacona y perversa asociación, la de emparejar a unos colectivos con unos sucesos, de tal suerte, que si se le pregunta al consumidor de esa información/desinformación por la palabra 'jóvenes', contestará 'radicales' o 'violentos'; si se le pregunta por 'terrorismo', responderá 'vasco'; han absorbido las mentiras hasta evocar de forma automática un adjetivo descalificativo a un nombre concreto, de acuerdo con el ideario del periódico, radio o televisión de que se tratare. Que no hayan podido agrupar al ganado/votantes pese a esa maquiavélica maquinaria a su servicio, es lo que ha sacado de quicio a la 'mayoría absoluta' que rizó el rizo obviando por sistema todo su programa electoral.¡A nosotros no, no nos puede estar pasando esto, somos los ganadores de las elecciones! 
      Esta escandalosa situación político-social, hasta para el más indiferente, y pese al opio del pueblo llamado fútbol, es lo que lleva a las víctimas curadas ya de la ceguera, a rechazar los valores que han conducido a esto( y que pretendían perpetuarse con mantilla de encaje negro opusdeista), y a solidarizarse con quienes están haciendo lo posible para sustituirlos por otros nuevos con el fin de reconstruuir el sistema social. Y objeto de este rechazo son tanto el partido de gobierno como el de la oposición, pues en lo fundamental se parecen tanto que la posibilidad real de elección es casi nula: uno se queja de la herencia del otro, los dos han heredado del antiguo régimen, pero ambos se concentran en la tierra de nadie, el centro, en el que se encuentra la mayoría de los votos. Los programas de ambos entremezclan intereses que pertenecen tanto a un ala como a la otra, buscando moderación, buscando voto,para no asustar, con lo que las políticas no se diferencian entre sí salvo en aspectos cuasi folclóricos.El voto es el voto y el ciudadano es esa cosa que deposita una papeleta en una urna.
      Por si esto fuera poco, pensadores independientes antes moderados, habitantes del comodaticio territorio del centro político, ante las batasunadas de Alfonso Alonso y las ultraizquierdadas de Wert, entre otras muchas,  disparadas a discreción a todo lo que se moviere, se van radicalizando a medida que la hegemonía ultraliberal se va haciendo absolutista(esa mayoria absoluta y el cambio de chaqueta, recuerdan a aquellas elecciones democráticas ganadas por los partidos fascistas de principios del siglo XX y que sólo sirvieron como trampolín para  políticas autoritarias escondidas debajo de  negros gabanes). Los que lanzan sus tercios de porra y pelota de goma contra la horda roja, negra y de cualquier color que no sea rojigualda, son los mismos que están sacando de la indecisión a los intelectuales silenciosos, los que hasta ahora se habían mantenido detrás de un cómodo burladero, y están empujándolos al bando contrario. El PP aquí ha provocado un tipo de rebelión como las habidas en infancia y adolescencia: la rebelión no es tanto contra la figura paterna como contra esa obediencia hacia el padre exigida de manera incondicional.
      El gobierno no  esperaba esta respuesta a su mayoría hegemónica por parte de esa amalgama de grupos callejeros de ultra-izquierda (valga la wertada), porque se había creido la mentira de que los partidos del arco parlamentario roji-rosáceo (los moderados, girondinos y mencheviques) eran los representantes de la soberanía callejero-subversiva. Pero no, no fue así, la protesta era radical, jacobina y bolchevique. Esto no ha hecho más que empezar, los comienzos son sumamente difíciles. El camino fácil, recto y atractivo en el mundo de la ciencia no llega, generalmente, muy lejos (I. Radunskaya): el que ahora se le presenta a la sociedad española, tampoco. Los partidos transicionistas españoles no paran de colocar señales de tráfico en dirección a sus carreteras de peaje asfaltadas, para hacernos difícil el decidirse por torcer hacia las tierras vírgenes... ¿nos va a desviar esto de nuestro objetivo? Esta es la hora histórica para conseguir lo que antes era una utopía: una democracia participativa, no representativa; una democracia social y no mercantilista. Quizás una hora más tarde el famoso tren de la historia haya pasado de largo y vaya camino de otra estación.

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