-¡Muertos, muertos, muertos!
Otra herencia de muerte ha arponeado mi vida.
Jeff Hanneman nos ha tomado por el
hombro y nos ha introducido en un bar muy especial donde abandonarse
a la ebriedad de la desolación.
Vivir con uno menos.
Los vivos quedamos así, en una
gigantesca estancia que cada vez está más vacía. Y cuando
esperamos que alguien más se vaya no pasa nada. Y cuando esperamos
que no pase nada, el grifo, en vez de gotear chorrea alegremente.
-¡Muertos, muertos, muertos!
Tengo los riffs doloridos en los
hemisferios cerebrales y me parece tener como una
La muerte no ha hecho más que
defenderse de la vida matando.
La muerte de Hanneman me ha dado
lucidez de nuestra poquedad, y de que yo mismo estoy en el tiempo de
descuento.
-¡Muertos, muertos, muertos!
Desintegrado, destrozado,
descontrolado, desgajado...¿depende nuestra vida de cuántos de
nuestros vivos estén muertos?
Los muertos viajan velozmente, a la
velocidad de la luz, y nuestros ojos sólo los pueden ver a
infravelocidades, sólo pueden ver sus cuerpos estáticos.
Ahora ya soy consciente de que debo
vivir con la carga de 30 años muertos, una etapa a caballo de dos
siglos defintivamente abrasada por una guitarra
salvaje,asesina,electrocutante...
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