En España nunca pasa nada, salvo que
entre unos y otros se líen a palos y acaben matándose.
En España se cuenta con los
entrenadores de fútbol mejor pagados del mundo, que llegan a
cobrar más de mil veces el salario mínimo de los mal-pagados
trabajadores que van a ver a los moñas del pseudo-calzoncillo a ese
circo romano a la cañí que es el balompié.
Las hondas y severas voces de este
trozo de península enmudecen ante los 'gooool' mantecosos y
primitivos, y ante las tertulias tonto-futbolísticas. No, nada
sucede a esta orilla de Africa, salvo los partidos de pie-balón,
salvo la tortura y ejecución de toros a lo carnicero de Srebrenica
(frecuentador de estadios de fútbol y restaurantes de lujo, en el
lejano Belgrado) y salvo las ceremonias en las que se pasean ídolos
de madera apolillados a hombros de una turbamulta de fanática
tradición y violencia contenida
La política es el fútbol del votante,
y el fútbol es la política del ultra. Por eso la cultura se queda
entrampada y sin ayudas, mientras que en esta piel de toro lidiado y
torturado, se siguen gastando más millones que nunca en la Babilonia del balón
y los 24 pares de pies.
Se siguen erigiendo innumerables
mentiras construidas a costes astronómicos para beneficio de las
sociedades anónimas de la construcción y perjuicio de los
contribuyentes... y es que los perjudicados contribuyentes son los
que sostienen de forma voluntaria la liga profesional de football. Los romanos querían
ir al circo a ver morir gladiadores. Los españoles van al estadio a
ver perder al equipo rival.
En España sigue sin pasar nada, salvo
que condecoren a una talla de madera sin desvirgar, que ganen un
trofeo en forma de copa con el nombre de un empedernido tomador de
copas o que escenifiquen la gran matanza de Texas en un coso taurino.
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