jueves, 17 de abril de 2014

SI ELLOS MEABAN PETRÓLEO NOSOTROS CAGAMOS LADRILLOS

Los balances empresariales antes eran obesos, rezumaban dividendos, ahora son escuálidos por mor de una infestación de pulgas virtuales . Antaño el valor y número de los inmuebles había experimentado una subida hasta el infinito y más allá, hogaño ese exceso de ladrillo reposa inmóvil en forma de viviendas vacías, a la vez que se vacían de inquilinos, por la fuerza, a los que no pueden (y no que no quieren) pagar alguna de las mensualidades de su crédito hipotecario. El desempleo galopante ha derrumbado las expectativas de futuro de los agraciados con esta desgraciada lotería del paro. El desempleado ve con terror, que esto no es algo transitorio, como no muchos años ha, sino que esto se puede prolongar en el más allá de su vida, es decir, en el futuro desenvolvimiento de sus hijos. El parado de ayer, el que paraba por un tiempo determinado, es el desempleado de hoy, el que está fuera del juego del salario por una larga temporada. La crisis para estos ex-trabajadores, no es una palabra comodín, como puede serlo para los mercenarios de la retórica: políticos y tertulianos; es un díario amanecer con angustia y un diario anochecer de terroríficas visiones de almohada; es un sobrevivir jadeante en una atmósfera casi irrespirable donde poco auxilio se puede esperar de unos servicios públicos sanitarios en proceso de abandono y desmantelamiento. Angustia y terror que ya se ha cobrado vidas. Y es que las crisis, y a lo largo de la historia más de una ha habido, están emparentadas con la enajenación y la muerte violenta de parte de la población.
Se fabricó en España una pirámide de Egipto a base de naipes, políticos y metros cuadrados de oropel, y en menos que canta una legislatura un golpe dionisíaco hace caer, una a una todas esas cartas marcadas, que una vez revueltas por el suelo cubren su lujo con la tierra sobre la que se habían erigido, esa tierra violentada por cimentaciones de sociedades anónimas de la construcción.
Spain was not different.
Los sagrados templos que eran nuestros hogares han quedado en ruinas, y de personas de provecho pasamos a ser parias, hormigas que han extraviado su hormiguero y vagan perdidas por las estepas de la pobreza y las nieblas espesas de la incertidumbre. Todo lo que unos guantes blancos han ordenado construir a una legión de manos callosas , puede ser destruido a manotazos por orden de esos mismos guantes. Y así ha sido.
Para las televisiones, la desgracia ajena, tan generalizada como nunca antes había estado, ha sido un yacimiento de programación low-cost, 'uséase', un estudio y cuatro tertulianos más o menos puestos en la materia y/o más o menos puestos de sustancias espirituosas. Privilegiados mercenarios de la palabrería, pagados por los grandes medios con dinero ganado a través de la exhibición de subproductos audiovisuales inspirados en el drama colectivo. Mercenarios de la tertulia que han tomado el papel de pequeños profetas. Jugando a analizar con parcialidad el pasado, se apropian del presente al modo de aquella fábula del melenudo crucificado que se había autoproclamado intermediario y hasta hijo de su dios; sí, sí, aquella deidad con aspecto de jipi que, al igual que los tertulianos de la crisis, proclamaba a los cuatro vientos y a las cien tempestades: "mi palabra es la verdad". Una vez tergiversado el pasado a su gusto y antojo, y haber disfrazado la crónica con un folclórico traje de 'opinión', están consiguiendo obstaculizar el que se vea con claridad que en verdad no existe ese mundo creado desde los platós. La realidad a pie de acera y cascote debería mover al silencio, aunque sólo fuera por respeto.
Estos medios, a través de la 'extraplana-tonta' repiten y repiten el mismo esquema al televidente, variando levemente la figuración y el aplauso enlatado, hasta el agotamiento, el tormento, hasta que la sociedad esté cubierta de tele-suciedad, hasta que los índices de audiencia les informen a los capos del tele-uno, tele-dos, tele-ene-más-uno, del nivel de contagio que esta propaganda perniciosa ha perpetrado sobre sus videntes/clientes... y con escasa, sino nula, asistencia sanitaria que les asista. Todo vale cuando se trata de mantener el sistema que les mantiene a ellos ahí, orondos, perfumados, sonrientes y con tanta empatía con la ciudadanía/aldeanía como la que puede tener una patata cocida con su entorno.
Allá por los 70 (esa década que terminó con el amanecer del punk) el Estado del bienestar de nuestra maravillosa y emponderada civilización occidental, va a ser presa de las garras de la crisis. De repente, el crecimiento económico empezó a remolonear, a aletargarse, el desempleo se dispara y los precios se hacían inasumibles para aquellos ingresos... en vez de ladrillo, lo que sirvió para agravar la situación fue el petróleo. Por entonces la extraplana-tonta era la caja-tonta. Los portavoces del neoliberalismo ocuparon los lugares estratégicos de los medios de comunicación, y se sirvieron también de los mercenarios de la palabra neoconservadora para hacer caja con la desgracia ajena. Divulgaron con parcialidad un pasado que les había traido a la situación presente. El Estado del bienestar era el culpable, era parte de aquel pasado y responsable de la por entonces crisis económica. Los dos césares más exhibicionistas de esa legión de mercenarios-media, fueron el FMI y el Banco Mundial. Y sus centuriones más relevantes Reagan en los Estados Unidos y Thatcher en el Reino Unido. Llevaron la repetición de su mensaje hasta el agotamiento del televidente, hasta su completo contagio e impregnación de esa propaganda inoculada con una machaconería típica de Goebbels: ¡hay que desmantelar el Estado del bienestar, la privatización es el bálsamo de Fierabrás que nos salvará de las almorranas intervencionistas!.
En este siglo XXI y en este trozo de península, los valores supremos redactados en la constitución de 1978 por los herederos de Franco, han sido desvalorizados por una crisis aún mayor que la del petróleo, la del ladrillo, que es hijo puta-tivo de la partitocracia. El nihilismo se ha hecho un sitio entre los pacientes enfermos de las fiestas de la democracia. Hay una disidencia radical con los partidos políticos, corresponsables de esta postguerra sin guerra. Hay una falta de concordancia del ciudadano con la Carta Magna. ¿Habrá un despertar de la conciencia? Por el momento se están administrando tres opiáceos de forma gratuita y universal: fútbol, toros y procesiones de ídolos de madera. ¡Never mind the bollocks!

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