martes, 14 de julio de 2020

HASTA LAS COLAS DEL HAMBRE SON TELEVISIVAS

        Han vuelto a dispararse en número los demandantes de comida, agolpados sus pies puntera contra talón ajeno, en interminables colas frente a lo que ahora llaman entidades sociales y en la postguerra ''auxilio social'', lugares donde se lleva, se trae y se almacenan cestas de alimentos, de leche maternizada, potitos y otros productos específicos para la higiene infantil de esos ''urbanos lobeznos amaestrados'' fotografiados en La Colmena por un CJC con funciones más de notario que de fabulador.
Cientos de desempleados acuden a bancos de alimentos en Estados ...
Colas en el banco de alimentos de Lugo
    Las largas colas no están formadas por espíritus propensos a la alarma (al decir en uso en el barrio de Salamanca), sino por cuerpos aterrorizados ante la inminente amenaza del hambre, cuerpos presentes de padres acompañados por sus hijos, de tersos jóvenes y arrugados ancianos. No son colas de ansiosos acaparadores (en el refranero de La Moraleja), sino de verdaderos menesterosos que han dejado de poder socorrerse a sí mismos y a los suyos, toda una antología de los sinsabores.
El banco de alimentos despacha en un día lo que antes en un mes»
    El potaje de escaso avío y abundante legumbre vuelve a las mesas de los españoles, no conozco a otros o por lo menos no me dirigen la palabra. Atrás quedaron unos tiempos, - tampoco tan perdidos en la hemeroteca, que aún entonces eran geolocalizables - tiempos de fortuna - quién iba a decir que efímera- , en los que las lentejas eran alimento de pobres, reminiscencias de Antigüedad Clásica, quién sabe si hasta del siglo de la Ilustración, en que la diminuta legumbre era despreciada hasta por la chusma pobre coetánea de Montesquieu, Rousseau o Voltaire - que tanto monta y si no, aire y a peerse a otro lado -y no la comían más que los caballos.
Colas interminables para pedir comida, la nueva curva que nadie ...
            
    La bolsa con la lata de atún, las consabidas lentejas, puede que hasta alubias negras y el arroz para unos clásicos ''moros y cristianos'' huérfanos de enjundiosa compañía o compango, la pasta (quién la volviera a sobar 'eurada' y no catarla cocida), la leche en polvo y el paquetito de café, sirve para rellenar el hueco del estómago en riesgo de pobreza, durante uno o dos días. La economía sumergida en la que nunca hubo nada blanqueado, pues la chatarra, el cartón y todo oficio a domicilio son quehaceres que ensucian, servía para cubrir la necesidad básica, el vivir al día, para dormir con las tripas en silencio acallados sus achaques y protestas con las viandas del supermercado del superahorro del barrio. ¡Qué noches las de aquellos años! El humo de un cigarrillo liado con unas colillas generosas de hebra, que para el vicio también hay un parche, acompaña en esa nostalgia de un álbum de fotos imaginado.
Welcome to Flickr!
    En las horas de retiro aún se puede ver la televisión, por no ver vergüenza y calamidad. La presencia de la amenaza del hambre y el No Future en la España del siglo XXI, no supone la ausencia de televisión, desde un plano se puede acceder a otro... casi siempre. Pero contra el deseo de hacer ciegos los ojos a la calamidad y la vergüenza, esa misma televisión no produce olvido, sino que reaviva las brasas del amargo recuerdo, abriendo los párpados con unos ganchos cual si de un tratamiento de Ludovico de Clockwork Orange se tratara: busque, compare y si encuentra algo mejor quédese con las ganas de comprarlo.
A Modern Take on a Kubrick Classic with New 'A Clockwork Orange ...
    En programas de audiencias más entradas en arrobas que otros, se debate, se discute y, lo que es peor, se aconseja, sobre toda suerte, para mayor desgracia, de alimentos saludables de baja densidad nutricional que permiten comer grandes cantidades sin tener remordimiento calórico. Para el televidente que ha dado fin a la limosna del banco de alimentos, es menos apremiante el hambre de libertad y justicia que el hambre de pan. Pero pese a lo público y notorio de la crisis, le televisan a la cara las bondades de los alimentos saludables y de los cuidados de la lorza rebelde.
La Caja (tonta), por Paloma Azpilicueta - La Casa de la Paraula ...
     A la televisión le da lo mismo quién vea sus bochornosos contenidos: bien le vale el desahogado al que no le hacen mella ni el frío ni el calor ni el hambre, por obra y gracia del aire acondicionado, la calefacción y la mesa reservada en un estrella Michelín; como también le aprovecha aquel que ahoga la falta de sosiego del bandujo con sueños donde se humedece más el paladar que la entrepierna. El cuarto poder no le hace ascos a nada, ni a la cola de menesterosos esperando por la bolsa de caridad, ni a los programas y cuñas publicitarias que tocan tanto la circunstancia del adipocito desparramado como el apaciguamiento del apetito ocioso con costosos engendros hipocalóricos.
Si mientes (mucho) sobre tu peso, el seguro no te paga | Sección ...
    El influjo de la caja tonta se me antoja entonces ruin, las oleadas de admiración entre sus imbéciles también.
    Las bolsas de plástico, ya vacías, se doblan cuidadosamente, que pueden servir para algo el día de mañana, más para llenarlas con el hallazgo en un contenedor de hipermercado de algo con la fecha de caducidad distraída, que para llenarlas de una basura que brilla por su ausencia, por eso del apremiante ''todo alimenta'' y ''lo que no mata sustenta''.
A falta de celebraciones bienvenidos sean los consuelos de pan y cebolla o de pan y potaje, que para la historia quedan, de momento, las pruebas de cariño y para la crónica las de sacrificio. 
Y a la televisión un ''...Me cago en el padre de los hermanos Lumière.''
MORIARTY on Twitter: "ME CAGO EN EL PADRE DE LOS HERMANOS LUMIERE.… "

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