jueves, 9 de julio de 2020

FRUTA PODRIDA

Los cadáveres locos flotan las olas en el dilatado mar de los cuerdos.

Un cordón umbilical de ramas secas podadas del drama cómico, a la deriva navegan su drama trágico, sus obscenidades panza arriba.

Las escenas de arrugas son borlas que cuelgan ajadas y desteñidas la pesadumbre y el lamento.

Amargo es el ocaso de la estación efímera, atrás quedó el dulce encendimiento.

Ardiendo, los cadáveres se fugan del mar de los cuerdos a la tinta de los puntos y a parte.

Los puntos y aparte que horadan el pensamiento, que mastican el tiempo indiferente a ese mar repleto de muertos.

El gesto de cada muerto es un pliegue de libro abandonado que ha descendido al infierno para volverse a elevar.

Libros que desde el fondo han vuelto a flotar en el mar de los cuerdos, minúsculos tomos gelatinosos.

Hojas secas arrancadas, arrugadas, mojadas de semen charlatán y adulador, sus puntos y a parte de la tinta corridos.

¿Quién en silencio fue conocedor de lo genuino, qué resíduo mudo lo fue de lo bastardo?

Mamando pezones rotos en tetas puramente formales.

Oyendo la meada en su susurro de gotas musicales.

Oliendo la entraña que con dolor evacúa y que nunca cesa de evacuar.

La diarrea verbal del animal social,  esa gran mierda y ese gran mar de los cuerdos, del que los cadáveres enajenados quieren fugarse al charco de los versos.

Flotan sus formas los versos, algunos besos sueltos,  flotan sus proporciones, que hieden a muerto, que no huelen a un deus ex machina cuerdo.


No hay comentarios:

Publicar un comentario