conocer para arrendar el control,
de la infancia tierna y masticable,
crecer para arrendar la posesión,
de la infancia lejana y extrañable...
una miga de la infancia,
una amiga de la hogaza de pan,
cuya ingestión produce
dulces afecciones,
terribles e incurables,
insulínicas y empalagosas,
vomitadas desde la oscuridad del horno
ventral...