Los
manifestantes del pasado reciente, los del presente y los del futuro más inmediato (días vista) responden severamente al estrangulamiento al que
quieren someter a la ciudadanía/aldeanía tanto el Estado (desde el
actual gobierno) como las instituciones financieras que son las que
marcan el compás: la figura no es retórica, porque ya hay cómputo de muertos derivados de ese estrangulamiento.
De un Estado protector se ha pasado a una cárcel
estatal en la que se quieren confinar a trabajadores de hecho y de
derecho y cuyo alcaide es la banca: el paro y los deshaucios han devenido en una suerte
de cadena perpetua para unos y una sentencia de muerte para otros.
Parece
increíble que aquellos años 60 hayan vuelto, cuando todo parecía
indicar que los paces y amores, y las imaginaciones al poder, iban a
peinar canas en los libros de historia por los siglos de los siglos.
En los 60 entre polvo y polvo, los jóvenes y jóvenas lanzaban
piedras ideológicas al tejado de las grandes corporaciones, y entre
porro y porro hacían barricadas contra los mastodónticos gobiernos.
La gente en los 60 se sintió axfisiada entre muros titánicos y
complejos laberintos burocráticos... Toda esa desazón parece haber
cobrado vigor y erección adolescentes en este segundo decenio del
siglo XXI. A fuer de ser objetivos, hay que recordar también que
esos jipis de los 60, con el inexorable paso del tiempo se volvieron
gente dócil, respetables padres de familia con corbata, cambiando
los escalones de la universidad por confortables sillones de piel y
las camisetas pintarrajeadas por las blancas camisas almidonadas del
stablishment: la pretensión de escapar del sistema para ofrecer una
forma de sociedad alternativa, una nueva forma de pensar, una nueva
moral, una anticultura, una visión inédita del mundo, desde
programas que han saciado su sed en el cristianismo, sean marxistas,
sean ecologistas o sean humanistas, en multitud de ocasiones lo que han
llevado es a actualizar las más rancias y peligrosas tradiciones
cruzadas, travestidas con indumentarias vanguardistas: un cura disfrazado de melenudo jipi sigue siendo un cura.
El
25-S, el 15-M y todas sus secuelas por venir (14-N), han cumplido en España el papel
de los "muckrakers"(periodistas sociales) de los Estados
Unidos: dirigir la atención pública a la problemática situación
política y social y no a la propaganda de los medios de
comunicación afines a la partitocracia; esos medios son los que
como buenos discípulos de Goebbels, bombardean a la opinión
pública con una machacona y perversa asociación, la de emparejar
a unos colectivos con unos sucesos, de tal suerte, que si se le
pregunta al consumidor de esa información/desinformación por la
palabra 'jóvenes', contestará 'radicales' o 'violentos'; si se le
pregunta por 'terrorismo', responderá 'vasco'; han absorbido las
mentiras hasta evocar de forma automática un adjetivo
descalificativo a un nombre concreto, de acuerdo con el ideario del
periódico, radio o televisión de que se tratare. Que no hayan
podido agrupar al ganado/votantes pese a esa maquiavélica
maquinaria a su servicio, es lo que ha sacado de quicio a la
'mayoría absoluta' que rizó el rizo obviando por sistema todo su
programa electoral.¡A nosotros no, no nos puede estar pasando esto,
somos los ganadores de las elecciones!
Esta
escandalosa situación político-social, hasta para el más
indiferente, y pese al opio del pueblo llamado fútbol, es lo que
lleva a las víctimas curadas ya de la ceguera, a rechazar los
valores que han conducido a esto( y que pretendían perpetuarse con
mantilla de encaje negro opusdeista), y a solidarizarse con quienes están
haciendo lo posible para sustituirlos por otros nuevos con el fin de
reconstruuir el sistema social. Y objeto de este rechazo son tanto
el partido de gobierno como el de la oposición, pues en lo
fundamental se parecen tanto que la posibilidad real de elección es
casi nula: uno se queja de la herencia del otro, los dos han
heredado del antiguo régimen, pero ambos se concentran en la tierra
de nadie, el centro, en el que se encuentra la mayoría de los
votos. Los programas de ambos entremezclan intereses que
pertenecen tanto a un ala como a la otra, buscando moderación, buscando voto,para no
asustar, con lo que las políticas no se diferencian entre sí salvo
en aspectos cuasi folclóricos.El voto es el voto y el ciudadano es
esa cosa que deposita una papeleta en una urna.
Por
si esto fuera poco, pensadores independientes antes moderados, habitantes del comodaticio territorio del centro político, ante las batasunadas
de Alfonso Alonso y las ultraizquierdadas de Wert, entre otras muchas, disparadas a discreción a
todo lo que se moviere, se van radicalizando a medida que la
hegemonía ultraliberal se va haciendo absolutista(esa mayoria
absoluta y el cambio de chaqueta, recuerdan a aquellas elecciones
democráticas ganadas por los partidos fascistas de principios del
siglo XX y que sólo sirvieron como trampolín para políticas
autoritarias escondidas debajo de negros gabanes). Los que
lanzan sus tercios de porra y pelota de goma contra la horda roja,
negra y de cualquier color que no sea rojigualda, son los mismos que
están sacando de la indecisión a los intelectuales silenciosos, los
que hasta ahora se habían mantenido detrás de un cómodo
burladero, y están empujándolos al bando contrario. El PP aquí ha
provocado un tipo de rebelión como las habidas en infancia y
adolescencia: la rebelión no es tanto contra la figura paterna
como contra esa obediencia hacia el padre exigida de manera
incondicional.
El
gobierno no esperaba esta respuesta a su mayoría hegemónica por
parte de esa amalgama de grupos callejeros de ultra-izquierda (valga la wertada), porque se
había creido la mentira de que los partidos del arco
parlamentario roji-rosáceo (los moderados, girondinos y
mencheviques) eran los representantes de la soberanía callejero-subversiva.
Pero no, no fue así, la protesta era radical, jacobina y bolchevique. Esto no ha
hecho más que empezar, los comienzos son sumamente difíciles. El
camino fácil, recto y atractivo en el mundo de la ciencia no llega,
generalmente, muy lejos (I. Radunskaya): el que ahora se le presenta
a la sociedad española, tampoco. Los partidos transicionistas
españoles no paran de colocar señales de tráfico en dirección a
sus carreteras de peaje asfaltadas, para hacernos difícil el decidirse por torcer hacia las tierras vírgenes... ¿nos va a
desviar esto de nuestro objetivo? Esta es la hora histórica para conseguir lo que antes era una utopía: una democracia participativa, no representativa; una democracia social y no mercantilista. Quizás una hora más tarde el famoso tren de la historia haya pasado de largo y vaya camino de otra estación.