Los políticos se han encargado de
socializarnos: es más fácil controlar a un rebaño que a una legión de individuos. Y lo han hecho a base de varazos pastoriles del tipo "¡inexorables reducciones de las pensiones públicas en España!, ¡Muáa, muáa!
Los políticos han sido los encargados de impartirnos prácticas de
higiene y control de los esfínteres: las pensiones van a bajar sí o sí porque no son sostenibles... mucho sí o sí, pero con el rabillo del ojo
les veíamos las manos llenas de mierda y lamparones de orina en los
pantalones.
“Gobernar, a veces, es repartir dolor” decía un
ministro español con ademanes de repelente niño Vicente, un ministro hijo a su vez de otro ministro de 'la cosa' ucedista. Ahora, más modernos ellos, nos hablan de que la tendencia demográfica va a ser la encargada de estoquear este sistema de pensiones que cotiza a un 80% de la media de los salarios.
Una vez más no hemos querido
resistirnos a este dolor, a esta socialización a la fuerza, a este tacto rectal de funestas consecuencias, a ese mecanismo complementario de la pensión pública, privado, muy privado, tan privado y oneroso como un 'Club Privée'.
Nuestra
propia integridad moral nos ha parecido una mierda merecedora de
mangoneos y trapicheos: y si nos dicen que procreamos poco y que vivimos demasiado, pues a callar y a tomarnos otro chato de vino barato en el bar regentado por chinos de la esquina.
Gracias a esa dejadez, hemos dado patente de
corso a un manípulo de políticos negligentes en el menor de los
casos, en el mayor corruptos, los cuales, a su vez, han dado el
beneplácito a bancos y cajas de ahorros, para ejecutar, con sumo placere, gestiones
desastrosas y expoliantes/exfoliantes: nos arrancan la piel a tiras,
a deudas, a créditos, a aportaciones privadas a planes de pensiones y a tóxicos financieros que acaban en
desahucio/expolio.
Gracias a esa no-resistencia, hemos permitido
hasta que los responsables de todo este desastre, aquellos que se
dicen elegidos por nosotros, diluyeran sus responsabilidades en el
conjunto de la ciudadanía/aldeanía. E incluso más allá aún:
después de convencernos en el pasado reciente, de que necesitábamos
una lista interminable de productos y servicios que se anunciaban por
tierra, mar y aire, y de endeudarnos para participar de esa orgía
consumista, cuando la cosa ha petado y todos escurren el bulto, han
instaurado un nuevo orden constitucional: el del rigor presupuestario
y la contención salarial, el del pasarse por el forro la cotización durante toda la vida laboral de un trabajador.
Cualquiera alzada voz en contra, cualquier
desobediencia al nuevo orden, es más punible que una agresión a un
derecho fundamental.
Los responsables inmediatos del 'vivir por encima
de nuestras posibilidades', son los promotores de las mismas: los
publicistas. Aunque sea políticamente incorrecto, es innegable que
la publicidad que entra de forma violenta y allanante por nuestros
ojos y por nuestros oidos, es un factor decisivo en las decisiones
que tomamos diariamente en nuestras vidas. A sabiendas de esto, los
Gobiernos han permitido a los camellos trapichear con la droga del 'todo va bien' o del 'hay que trabajar más y cobrar menos'.
Ahora
que sobrevivimos por debajo de nuestras necesidades, y que sabemos que el
responsable de esta vida en bajeza es el Gobierno, el que corta el
bacalao en el legislativo, añoramos en nuestra protesta,
instrumentada por aspirantes a Gobernadores, los tiempos en que
los pensionistas vivían por encima de sus posibilidades.
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