viernes, 26 de junio de 2015

SOBREVIVÍAMOS POR ENCIMA DE NUESTRAS PENSIONES

Los políticos se han encargado de socializarnos: es más fácil controlar a un rebaño que a una legión de individuos. Y lo han hecho a base de varazos pastoriles del tipo "¡inexorables reducciones de las pensiones públicas en España!, ¡Muáa, muáa!
Los políticos han sido los encargados de impartirnos prácticas de higiene y control de los esfínteres: las pensiones van a bajar sí o sí porque no son sostenibles... mucho sí o sí, pero con el rabillo del ojo les veíamos las manos llenas de mierda y lamparones de orina en los pantalones.

 “Gobernar, a veces, es repartir dolor” decía un ministro español con ademanes de repelente niño Vicente, un ministro hijo a su vez de otro ministro de 'la cosa' ucedista. Ahora, más modernos ellos, nos hablan de que la tendencia demográfica va a ser la encargada de estoquear este sistema de pensiones que cotiza a un 80% de la media de los salarios.
Una vez más no hemos querido resistirnos a este dolor, a esta socialización a la fuerza, a este tacto rectal de funestas consecuencias, a ese mecanismo complementario de la pensión pública, privado, muy privado, tan privado y oneroso como un 'Club Privée'.

Nuestra propia integridad moral nos ha parecido una mierda merecedora de mangoneos y trapicheos: y si nos dicen que procreamos poco y que vivimos demasiado, pues a callar y a tomarnos otro chato de vino barato en el bar regentado por chinos de la esquina. 

Gracias a esa dejadez, hemos dado patente de corso a un manípulo de políticos negligentes en el menor de los casos, en el mayor corruptos, los cuales, a su vez, han dado el beneplácito a bancos y cajas de ahorros, para ejecutar, con sumo placere, gestiones desastrosas y expoliantes/exfoliantes: nos arrancan la piel a tiras, a deudas, a créditos, a aportaciones privadas a planes de pensiones y a tóxicos financieros que acaban en desahucio/expolio. 

Gracias a esa no-resistencia, hemos permitido hasta que los responsables de todo este desastre, aquellos que se dicen elegidos por nosotros, diluyeran sus responsabilidades en el conjunto de la ciudadanía/aldeanía. E incluso más allá aún: después de convencernos en el pasado reciente, de que necesitábamos una lista interminable de productos y servicios que se anunciaban por tierra, mar y aire, y de endeudarnos para participar de esa orgía consumista, cuando la cosa ha petado y todos escurren el bulto, han instaurado un nuevo orden constitucional: el del rigor presupuestario y la contención salarial, el del pasarse por el forro la cotización durante toda la vida laboral de un trabajador.


Cualquiera alzada voz en contra, cualquier desobediencia al nuevo orden, es más punible que una agresión a un derecho fundamental.
 Los responsables inmediatos del 'vivir por encima de nuestras posibilidades', son los promotores de las mismas: los publicistas. Aunque sea políticamente incorrecto, es innegable que la publicidad que entra de forma violenta y allanante por nuestros ojos y por nuestros oidos, es un factor decisivo en las decisiones que tomamos diariamente en nuestras vidas. A sabiendas de esto, los Gobiernos han permitido a los camellos trapichear con la droga del 'todo va bien' o del 'hay que trabajar más y cobrar menos'.


 Ahora que sobrevivimos por debajo de nuestras necesidades, y que sabemos que el responsable de esta vida en bajeza es el Gobierno, el que corta el bacalao en el legislativo, añoramos en nuestra protesta, instrumentada por aspirantes a Gobernadores, los tiempos en que los pensionistas vivían por encima de sus posibilidades.

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