Si era lamentable
para los artesanos en extinción de entonces, que la relación costo-beneficio
rigiera los balbuceos del mercado bebé-capitalista, hoy en día el
amancebamiento productividad-competitividad para los herederos de
aquellos artesanos, tanto en lo tocante a la rapidez como en lo
montante a la crueldad, sería una razón más que suficiente para que
Stuart Mill se inyectara una chuta de caballo en la vena, al contemplar el espectáculo... con el culo entumecido de un incordio anal, que es lo que viene a ser el amorfo-capitalismo contemporáneo.

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