En
esta sociedad manicomial, los guardianes deberían ser los internos
del manicomio y los internos deberían ser indultados y liberados de
las pesadas cadenas que les sujetan a las viejas fórmulas de
constitución económica del hormiguero.Sí, sí, he dicho económica, porque la constitución política
no deja de ser una ramilla de la troncal, la economicista. Dentro de estas reglas del juego el hombre
no es hombre, es un recurso humano. No debería ser así pero a fecha
de hoy no son así estos "no deberían ser". El turno de
oficio nos defiende de la abogacía del estado. ¡Estamos perdidos y
sin calzoncillos nuevos!
Lo que tiene el plácet de ser es la irracionalidad. ¿Qué es
entonces esa irracionalidad? La respuesta está ahí afuera y se
cuela hasta aquí adentro: la tradición mitológica y la
supersitición, las convenciones y la inercia. Y la irracionalidad
viste de uniforme sus séptuples cabezas de hidra.
Los
guardianes del social-siquiátrico son seres alemanes, musculosos y
barnizados, sombras incansables de los internos, una suerte de robots
de una dulzura aprendida en cuadriculados manuales de buenas manera y
férreas costumbres, al más fiel estilo del Obrigkeitsstaat
prusiano. Son los siervos del gran hermano de Orwell, son los
representantes de la soberanía popular. Sí, esa soberanía en la
que los cañetes, cospedales, rajoyes, florianos, laras, rubalcabas y
valencianos beben Chivas subvencionado; y los representados,
fulanitos y menganitos de toda la geografía peninsular, beben coñá
Soberano a precio de mercado.
Los
guardianes del frenopático '78' son unos madres-que-lo-parió
asexuados provistos de pectorales aceitosos en vez de tetas tibias
generadoras de la leche más dulce...Tetas...leche...El guardián nos
ceba con su papilla subordinada a las instrucciones del control de
sanidad que ni alimenta ni entretiene ni ná. El interno debe estar
bien drogado, bien alimentado, por eso de que el mundo es peor si no
se tiene un plato de puré con droga legal en el vientre, sería un
valle de lágrimas sin el sopor digestivo multiplicado por un
ansiolítico de la farmacopea estatal.
¿Quiénes
son los guardianes
y quiénes los internos? ¿Quién los distinguiría en una rueda de
reconcimiento sin apuntadores? ¡Yo, yo los distingo!. Son esos que
en campaña electoral están todo el día enseñando los dientes.
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