En
el 'democrático' hormiguero-termitero donde manejan el cotarro los
partidos políticos, sostener dos opiniones que son contradictorias
en un lapso de tiempo corto no asusta a la marabunta de tanta veces
que ha padecido los "puedo-prometer-y-prometo". En la
partitocrática colonia de insectos sociales, emplear lógica con
proposiciones indecidibles contra la lógica fetén es el hidrato de
carbono de cada día. En la hormigópolis recurrir a la moralina para
repudiar y linchar la moral, es dogma de fe. En la cracia de los
intermediarios, es un axioma de progreso etiquetar con dedo
inquisitorial la expresión más virginal e inocente de la
democracia, esto es, el referéndum; el inquisidor es el
representante de la soberanía y quien ejerece de vigilante jurado de
otra cosa que también llaman democracia, (¡qué cosas!), y que es quien
le paga el sueldo. Los que parten el bacalao, los partidos, (¡juas,
juas!) , se acogen a la enmienda del olvido o amnistía cuando les
fuere menester a ellos y sus cortesanos; cuando les sale por ahí se
acogen a la otra enmienda legislada por ellos mismos, por la cual se
vuelve a traer lo desmemoriado del pasado inmediato en cuanto les
fuere de conveniencia y si el piscolabis lo necesita se
olvida/amnistía de nuevo y aquí no ha pasado nada y que viva la
constitución/S.A.de-la-construcción.
En el 'yermocrático' termitero-hormiguero puede que haya buenos, pero seguro es que abundan los hijos de puta.
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